sábado, 17 de enero de 2015

2. #CLCPLR

2.

Hacía ya varios días que el tal Dan Walker había llegado a la ciudad y yo no tenía ni puta idea de quién era. Los chicos estaban desaparecidos y no se les veía el pelo por el local, pero oye, que con el humor que me traía aquellas semanas mejor para ellos.
Desde que todo el mundo se enteró de la noticia, The moonlight estaba lleno de borregos con ganas de celebración, lo que significaba más trabajo para mí.
Además, que entre mis horarios de vampiro y las pocas horas que dormía por la mañana parecía un puto zombie. Vamos, que estaba fea de cojones.
Yo no es que sea muy guapa, pero de ahí a ser un orco pues tampoco. Tenía la piel así como bronceada todo el año, y una melena larga de un marrón muy bonito. Pero vamos, que poca cosa más. Tenía los ojos oscuros, casi negros y muy grandes. Y unos labios finos y pequeños que supongo que armonizaban mi rostro, o eso me decía mi abuela cuando era pequeña.
No sé vamos, que del montón. Tampoco es que pasara tiempo delante del espejo. No me gustaba mirarme mucho, me ponía nerviosa y acababa de un humor de perros que ni yo me soportaba. Por eso simplemente me echaba un vistazo rápido cada tarde y me iba a trabajar.
Por suerte aquel fin de semana no tendría que pasar ese mal trago frente al espejo.
La noche anterior me había presentado en el local echando humos, llevaba semanas trabajando sin descanso, dejándome el lomo a trabajar, y me merecía un fin de semana a mi rollo, sin gente que me molestara y mierdas de esas. Sola y descansada.
Para mi desgracia Vicky no estaba, por lo que tendría que pedirle el descanso a Tex, y no sabía si estaba en condiciones para aguantarlo.
Lo encontré en su despacho con un par de jeringuillas en la mano y varios pinchazos en el brazo. Iba colocado a más no poder, con los ojos rojos y aquellas pintas de vagabundo desaliñado. El despacho olía a cerrado y a humedad, como si no hubiera salido de allí desde hacía días.
— ¿Qué mierda quieres, Max? — Me espetó con asco.
De verdad que si no me hubiera dado tano asco le hubiera partido la cara allí mismo, con una hostia de las buenas y todo.
— Este finde no trabajo, búscate a otra en la barra y olvídame por unos días, ¿estamos? — Gruñí, cruzándome de brazos.
Tex me miró con los ojos entrecerrados, pero no dijo nada, asintió con la cabeza y siguió a lo suyo.
— El lunes te quiero aquí a las nueve, vas a hacer turno doble.
Yo tampoco repliqué. Imité su gesto con un asentimiento de cabeza y me largué de allí, con unas náuseas increíbles.
De verdad que Tex me daba mucho asco, se parecía mucho a una rana. Con los ojos saltones, poco pelo y la boca muy grande. Era bajito, pero imponía bastante con aquella cara de pocos amigos que llevaba siempre encima.
Me daba mucho asco por aquel gusto que tenía por las tías de veinte, sobre todo con Rose, una de las primeras chicas que entraron a trabajar en The moonlight. Iba tras ellas como un perro baboso, y no tenía descaro a la hora de mirarles el escote o el culo. Y mejor si lo toqueteaba un poco antes.
Conmigo fue igual al principio, hasta que le solté un botellazo al estilo de Vicky. Así fue como conseguí el respeto de los de allí. Desde ese momento la chusma que se juntaba en el local se guardaba un poco a la hora de mirarme las tetas o de hablar conmigo. Y que juntarme con un tío como Ian o Reed ayudaba baste, todo sea dicho.
De camino a casa decidí dar un rodeo, ya no me apetecía tanto ese fin de semana sola, o puede que fuera la cara de asco de Tex, que me amarga el día.
Hacía un frío de cojones, de esos de finales de octubre que no sabes si va a nevar o es que viene un huracán, pero vamos, que ninguna de las dos te apetece.
Un coche de policía pasó a mi lado, en dirección al centro de la ciudad, no le di importancia hasta que las sirenas de los cinco coches que le siguieron me asaltaron de golpe, como un guantazo bien fuerte.
De pronto me acojoné, de verdad que sí, e incluso la noche pareció hacerse más oscura. No sabía que había pasado, pero debía de ser algo gordo para que los maderos se acercaran por aquí, ya que normalmente solían pasar bastante del tema.
Una moto se paró a mi lado, como quién no quiere la cosa.
Mierda, Max, sigue andando y no te pares, no seas gilipollas y continúa.
De verdad que tengo que tener alguna especie de retraso o algo, porque tanta mala suerte no es normal ni para mí.
Me paré en seco en cuanto tuve la moto a mi lado. La miré de reojo y consideré la idea de cruzar la calle para disimular, pero ya era demasiado tarde, me había visto.
— ¿Tienes fuego? — Me preguntó una voz ronca.
— S-sí. — Tartamudeé.
¡Venga ya, Max! ¿Por qué no le dices ya de paso dónde vives? Joder, joder, joder…
Debí de parecer tan estúpida como me sentía y hasta más, porque el chico levantó una ceja y se me quedó mirando fijamente.
Debía de tener mi edad, puede que un par de años más, tal vez 20 o 21. Tenía las mismas pintas de pantera que todos los chicos de por aquí, con esos andares felinos con los que se paseaban por las calles, como si tuvieran cosas mejores que hacer que estar allí. Era moreno, con la piel muy blanca y unos ojos azul salvaje. Y me miraba fijamente, como si pudiera controlarme con la mirada, como si en realidad supiera.
— ¿Y bien? — Preguntó, sacando uno de los cigarrillos del paquete y poniéndoselo entre los labios.
Me mordí la parte interna de la boca y le lancé el mechero.
— ¿Me das uno?
El chaval se me quedó mirando como si hubiera confesado un asesinato, frunciendo el ceño y apretando los labios. En ese momento pensé que iba a sacar una navaja y ponérmela en el cuello, como aquel yonki cuando conocí a Vicky.
Para mi sorpresa me lanzó el paquete de tabaco.
Mustié un sórdido gracias y continué de camino a mi casa.
— No deberías andar sola por estos andurriales. — Comentó, arrancando la moto y siguiéndome a paso lento, paralelo a mí. — ¿No sabes que hay chicos malos por las calles?
— ¿Lo dices por ti?
Soltó una carcajada estruendosa, como la de un león a punto de saltar sobre su presa. Agarré con fuerza la navaja del bolsillo, estaba a dos calles de mi casa, podía correr si la cosa se torcía.
— Lo digo enserio. ¿Qué te trae por estas calles?
— Vivo a un par de calles de aquí.
Asintió con firmeza y aceleró el motor sin moverse del sitio, calentando antes de salir corriendo.
— Dan Walker. Acuérdate nena, te hará falta. — Anunció sin más y se perdió por las calles.
Cómo no… El famoso Dan Walker tenía que ser. Manda cojones la cosa.

Después de volver de mi paseo me encontré a Brandon en la puerta de mi casa, apoyado en el postigo como si estuviera ansioso por entrar.
— Hola cielo, ¿me buscabas? — Pregunté con cuidado.
Con Brandon era con el único que no quería estar de mal humor, e incluso a veces me costaba sonreírle, pero vamos, que yo lo intentaba.
— Joder, Max, qué susto. Pensaba que te había pasado algo, ¿has escuchado las sirenas? — Preguntó de golpe, abrazándome bien fuerte.
— No, vengo del local, ¿pasa algo? — Mentí, mejor que no supiera que había andado por ahí sola con la movida que había, empezaría a llamarme insensata y a preocuparse por nada.
— No… pero llevo esperándote media hora. — Confesó, encogiéndose de hombros. Mucho más tranquilo. — Son los chicos, que han montado una fiesta en casa y quería ver si te apetecía pasarte.
Sonreí y me encogí de hombros, no me vendría mal divertirme un rato.
Los chicos vivían en un edificio viejo. No solía pasarme mucho por allí porque estaba en la parte más oscura del barrio, y no era plan para ir sola. El edificio llevaba abandonado un par de años, y un montón de gente se instaló allí. La puerta de entrada siempre estaba abierta y casi no había muebles en la casa, por lo que mi casa parecía una mansión de lujo a su lado.
La música se escuchaba desde el patio, sonando a toda castaña desde el edificio.
Cuando subimos nos costó encontrar a los chicos entre tanta gente. Encontré a Reed bebiendo unas cervezas con un par de tíos que me sonaban de haberlos visto en The moonlight, pero que nunca había hablado con ellos. No lo molesté. Ian estaba hablando con Lissie, una de las chicas que actuaban en el local.
Pillé una cerveza, o dos, o puede que muchas, pero no recuerdo que pasó después de aquello hasta bien entrada la madrugada.

Pasarían las cuatro de la mañana y todavía quedaba gente en la casa. Nosotros estábamos sentados alrededor de una mesita de plástico vieja que parecía que no soportaba el peso de las botellas sobre ella.
Fumábamos marihuana y bebíamos cerveza, como pasando el rato tranquilamente, hablando de gilipolleces sin importancia.
Yo estaba como que no estaba, así como ida, pero aún me mantenía en pie. Estaba sentada en el suelo como un indio, con Ian a mi lado y Reed al otro, sentado en un sofá.
— ¡Ey, tíos! — Saludó una voz grave que se acercaba a nosotros.
Me giré lentamente para mirar, estaba en esa fase de la borrachera en la que todo me parecía interesante, era algo que me pasaba cuando iba borracha, era algo muy raro, primero todo me daba igual y luego todo era interesante.
No me sorprendí al verle allí. Era hasta algo obvio. Tenía esa personalidad que le inculcaba a ser el centro del universo, siempre metido en todo.
— Hola… — Saludó con una sonrisa soberbia, divertido.
Yo me dediqué a mirarlo fijamente, como si tuviera que concentrarme para verlo claro, sin borrones ni nada.
No me dijo nada, supuse que no había reconocido, y esa idea me ofendió más de lo que esperaba.
Se sentó en el sofá, a la izquierda de Reed, mientras se cogía una cerveza y se acomodaba en el sillón. No me di cuenta de la chica que vino con él hasta que se sentó en su regazo y comenzó a acariciarle el pecho.
La chica me resultaba familiar. La había visto mucho por el local con sus amigas, cada una de ellas más arpía que la otra pero chicas fáciles al fin y al cabo. Creo que se llamaba Shanna, sí eso. Había hablado un par de veces con ella, se podría decir incluso que éramos amigas, pero de esas a las que saludas y le dedicas un par de sonrisas sin más.
— ¿Habéis oído lo de la movida que se ha montado en el barrio? — Preguntó Brandon como saludo, cogió una cerveza y se sentó al lado de su hermano.
La verdad es que Brandon había desaparecido una vez llegamos a la casa, cada uno se fue a lo suyo y la verdad es que íbamos demasiado pedos como para preocuparnos de dónde estaba quién.
Lo miré fijamente, como si me acabara de percatar de lo que había dicho.
— ¿Qué ha pasado? — Preguntó Reed, inclinándose para escuchar mejor por encima de la música.
— Una de las chicas de la banda de Lennon ha desaparecido cerca de The moonlight.
Fruncí el ceño. Lennon era un tío importante, era la clase de persona a la que debías llamar si tenías problemas, conocía a todo el mundo y conseguía que todo el mundo le conociera. Yo lo había visto un par de veces en el local, siempre acompañado de tíos muy grandes y muy gilipollas, era algo así como una ONG de idiotas, los recogía y les hacía sentirse importantes, luego se aseguraba que le protegieran las espaldas.
Un negocio de cojones. Sí, señor.
— ¿Quién era la piba? — Preguntó la chica que estaba sentada sobre Dan, de repente muy interesada. Hablaba con una voz muy aguda y melosa, como si fuera un dibujo animado.
— Dakota Chase. No sé, no la conozco. Llevaba un par de días desaparecida pero no han dado parte a la policía hasta hace un rato, por si volvía así de improviso.
Recordé los cientos de coches que habían pasado en dirección a The moonlight hacía un par de horas. Si la chica desaparecida era de la banda de Lennon, entendía porque la pasma se había tomado tantas molestias en ir.
— Max, ¿en qué piensas? — Me susurró la voz dulce de Ian al oído.
Lo miré fijamente, parecía preocupado, como si el asunto de la tal Dakota le hubiera afectado.
— En nada… — Mentí. — Me suena el nombre, nada más.
— ¿La conocías?
Negué lentamente la cabeza, repasando cada uno de los nombres que recordaba, pero Dakota Chase no estaba en mi lista. Supongo que era mejor así.
— Lo más probable es que se haya pirado con algún tío. Las chicas de por aquí lo hacen mucho. Se van a vivir con el novio y no les ves el pelo hasta que tienen cuarenta años, cinco niños y poca pasta. — Anunció Reed.
Al principio me molestó la poca sensibilidad con que lo dijo, pero se me pasó al reconocer que tenía razón. Era triste pero cierto.
— No le deis más vueltas, coño, que me va a explotar la cabeza. — Mustió Ian, levantándose con lentitud. — Me voy a la cama, que no os follen por el camino… Bueno, mejor si lo hacen, que os hace falta, capullos.
Y se perdió entre el pasillo de habitaciones, salteando a un par de borrachos que estaban tirados en el suelo.
Yo me levanté también, no porque tuviera ganas o porque fuera la hora de irme, sino porque estaba segura de que si no iba al baño acabaría vomitando encima de Reed todo lo que llevaba encima.
Seguí los pasos de Ian por el pasillo. No sabría decir si era por mi estado de embriaguez o porque sinceramente nunca había estado tan desesperada por ir al baño, pero no tenía ni idea de dónde estaba el servicio.
Irrumpí en una habitación en la que me encontré a una pareja muy concentrados en lo suyo que ni siquiera me oyeron entrar. Cerré de golpe, mustiando un mísero lo siento y salí de allí. A la próxima llamaría a la puerta antes de entrar.
— El baño está al final del pasillo. — Anunció una voz a mi espalda, sobresaltándome.
Ese era otro de los efectos que provocaba el alcohol en mí, que cuando iba pedo era muy asustadiza.
Di un salto hacia atrás y estuve a punto de caerme sobre una chica que dormía la mona en el suelo, pero mantuve el equilibrio. No me molesté en girar la cabeza para ver a mi atacante, si no iba al aseo con urgencia el que peor lo pasaría sería él cubierto de pota.
Asentí con la cabeza y continué mi camino. Cuando lo hube echado todo, me enjuagué la cara y me miré al espejo durante unos segundos. Llevaba todo el maquillaje corrido y el pelo un poco desecho, pero tenía mejor pinta que otras veces, así que no me molesté en arreglarme un poco.
Cuando salí me estampé contra alguien, quien esperaba fuera.
— No te había reconocido, ¿sabes? — Anunció con una voz muy tranquila. — Antes de venir digo.
Levanté la mirada para mirarle a la cara, de pronto, muy tranquila. Los ojos azules de Dan Walker me atravesaron por completo.
— ¿Te conozco?
— No… A mí no. A mi hermano. — Hizo una pausa, como esperando una reacción por mi parte. — Él nunca se olvidó de ti.
De pronto, el azul claro de sus ojos me recordó a uno mucho más oscuro, más salvaje, uno que recordaba perfectamente.
Y cómo si nada, volvía a estar de nuevo en las oscuras calles de Nueva Jersey.


© 2015 Yanira Pérez.
Esta historia tiene todos los derechos reservados.

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