sábado, 13 de agosto de 2016

1. #UCPED

Un cigarro para el diablo. #UCPED

1.

            Apostar su marca aquella noche había sido un error fatal. Kara lo sabía mejor que nadie. Vaya si lo sabía… Ahora estaba bien jodida.
            No había sido su culpa, aquel cabrón había hecho trampas y lo sabía. Llevaba años apostando su marca y nunca la había perdido; si aquella vez había sido diferente era porque aquel humano repugnante había hecho trampas en el juego.
            Y no poder demostrarlo era lo que más le jodía.
            Tener o no tener la marca le traía sin cuidado, se la pelaba sobremanera no poder volver al Infierno, como si aquello debiera de disgustarle. ¡Era el puñetero Infierno! ¡Ni siquiera el Diablo quería estar allí!
            Por eso subía tan a menudo al mundo humano. Kara disfrutaba camuflándose en la Tierra como si fuera una más, armando jaleo y manipulando a quién se le antojara. ¡Oh! ¡Y mostrándoles su verdadera forma! ¡Eso era una completa pasada!
            Una vez, se cruzó con un tipo muy grande por la calle que se le acercó con una pistola en la mano y se la puso en el cuello. Llevaba tatuajes por todo el cuerpo, hasta en el cuello, y Kara solo quería admirarlos más de cerca, sobre todo cuando reconoció aquellas palabras en latín: Arderás en el Infierno. Menudo capullo, seguro que no se le ocurrió pensar que acabaría cruzándose con alguien como ella aquella noche. ¡Y amenazarla con la pistola! Aquello sí que le dio ganas de echarse a reír.
            Por eso básicamente fue que lo miró directamente a los ojos y dejó caer su piel humana. Normalmente ocupaba los cuerpos de otros cuando estaba en la Tierra, su propio aspecto humano llamaba mucho la atención con la melena blanca y los ojos de un dorado tan intenso que parecía oro fundido; pero aquella vez no le había apetecido tener que elegir a alguien para que le sirviera de cuerpo. Además, que aquella noche había sido tan oscura, sin luna y solo con un par de estrella en el firmamento, que creyó que su aspecto podía disimularse mejor en la negrura de las sombras.
            Aquel gilipollas de los tatuajes la había visto igualmente y se había burlado de su pelo, fue cuando Kara le enseñó los dientes afilados cuando se cagó tanto de miedo que la amenazó con la pistola.
            Kara solo sonrió cuando tuvo la boca de la pistola bajo la mandíbula, y en el primer parpadeo de aquel tipo, dejó ver su verdadera apariencia: tan negra que hasta parecía que te envolvía, tan ardiente como el fuego, tan demoníaca que aquel tipo se meó encima antes de soltar la pistola y echarse a llorar de rodillas al suelo.
            Fue patéticamente divertido.
            Sin embargo, aquel gilipollas, el cabrón que le había robado, no había ni pestañeado cuando lo acorraló en la parte trasera del local e hizo exactamente lo mismo que con el tipo de los tatuajes aquella vez.
            — Sé lo que eres… — Le había advertido a Kara antes de transformarse. — y no me das miedo.
            Bastardo asqueroso… ¡Que no le daba miedo, decía! ¡Será subnormal!
            Por eso supo que había hecho trampas, porque cualquiera en su lugar se habría echado al suelo de rodillas y hubiera empezado a rezar porque no le arrancara los huevos con sus propias manos.
            Aquel tipo debía de estar al tanto de todo lo relacionado con el Mundo de las Sombras; tal vez se hubiera cruzado con alguno de los de su especie con anterioridad, o con alguno de esos capullos de los Ángeles Caídos que tanto se le atragantaban a Kara.
            — Devuélveme mi marca. — Le había gruñido al oído, tan cerca que casi pudo quemarle la piel de la nuca con el aliento.
            Aquel hombre solo la miró fijamente y negó con la cabeza, sonriendo de lado para tentarla a atacarle.
            Aquello solo significaba que estaba al tanto de las normas del Submundo; que sabía que Kara no podía tocarle ni un pelo mientras no tuviera su marca con ella.
            Un humano como aquel, muerto, llamaba la atención en el lugar de donde venía: las almas oscuras como la del tipo que le había robado eran las favoritas del Diablo, tan jodidamente podridas que te llegaba el olor nauseabundo incluso cuando todavía seguía con vida; pero un alma en descomposición con los cambios que causaban las Llaves en lo cuerpos humanos encendía una alarma en todo el puñetero Infierno. Y cuando descubrieran que la llave le pertenecía a Kara la castigarían. No podía permitirlo.  
            — No puedo hacer eso, demonio… — Aquel tipo se miró el brazo, el lugar en el que había aparecido la marca de Kara en su piel. Aquel trazo en negro sobre la piel bronceada del humano difuminaba los detalles de la marca que se resaltaban en la piel pálida del demonio. — Podría ganar una fortuna si vendo una auténtica Llave del Inframundo… Hay muchos compradores interesados en tener esta clase de objetos…
            Kara sabía sobre la existencia de esos humanos. Esas asociaciones que creían que podían vender verdaderas reliquias de los cielos a humanos interesados sin consecuencia alguna; como si jugar con las cosas de Satán fuera algo que pudieran hacer por derecho. Estúpidos incrédulos…
            — Devuélvemela… — Volvió a gruñir, y solo cuando unas chicas salieron del local recuperó la forma humana que había elegido aquella noche.
            Había elegido aquel cuerpo porque el tipo al que pertenecía le había parecido lo suficientemente apuesto para llamar la atención de los jugadores de la mesa en la que se había sentado: alto y fuerte, capaz de romperle la mandíbula a alguien con un golpe bien dado, con el pelo rubio cobrizo y los ojos de un verde tan oscuro que no pudo evitar observarlo durante un buen rato antes de cogerlo prestado.
            Los cuerpos que ocupaba volvían a la normalidad en cuanto los abandonaba, y el rato que había pasado ocupándolos era un borrón en negro en sus mentes acompañado de aquella sensación de vértigo que fácilmente lo atribuían a un par de copas de más por la noche.
            El tipo la miró fijamente, siguiendo su mirada de rojo hacia las chicas que se alejaban por la calle tambaleantes y mareadas sobre unos tacones lo suficientemente finos que servirían para sacarle los ojos al capullo que Kara tenía delante.
            — ¿O qué?
            Los ojos de Kara relucieron como brasas ardiendo, imaginándose las mil formas en las que podía acabar con aquel hombre sin ensuciarse demasiado las manos, pero asegurándose de que sufría lo máximo posible para que suplicara por su muerte.
            — Si me matas no tardarán en llamarte los de abajo; y se darán cuenta de que has perdido tu Llave del Infierno… — Anunció antes de que Kara pudiera amenazarlo de cincuenta maneras diferentes. — ¿Qué te harán como castigo si se enteran?
Kara sabía que matarlo no serviría de nada, así no recuperaría su marca. Las Llaves solo se podían obtener con el consentimiento de su antiguo propietario, como apostándola a un juego de azar por propia voluntad…
¿En qué cojones estaba pensando en aquel momento?
En que ganaría, como siempre…
            Y ahora no podía matarlo… Si lo mataba, la marca pasaría al alma más cercana antes de que Kara pudiera hacerse con ella. Y en el callejón trasero de un bar repleto de gente la marca podría pasar a pertenecerle a cualquiera; y le llevaría mucho trabajo saber cuál de todos se había quedado con su única oportunidad de volver a casa si alguna vez se cansaba de los humanos. Sobre todo, porque la marca solo se hacía visible cuando el propietario sabía cómo y cuándo se había hecho con ella.
            Aquel tipo se acarició los trazos negros del tatuaje, como si siguiera una línea de puntos.
            — Que no pueda matarte no significa que no pueda torturarte por el resto de tu vida… — Susurró Kara, apoyando las manos en el pecho de aquel hombre y empujándolo contra el muro de piedra del callejón. — Ahora tienes una Llave al Infierno, y no me refiero precisamente a la que me has robado…
            La sonrisa que le dedicó el demonio podría haber derretido el Sol antes de que saliera aquel día por entre los edificios de la ciudad; más todavía cuando se permitió sacar los dientes afilados y se pasó la lengua por ellos, cortándose la carne interior de la boca y dejando que las gotas de sangre le cayeran por la barbilla.
            Y justo cuando logró atisbar el miedo de aquel hombre en su mirada, justo entonces, Kara cometió el mayor error de su vida: se marchó de allí. No se le ocurrió pensar que alguien podría atropellar a aquel tipo a la mañana siguiente, o que las mismísimas fuerzas del Infierno la arrastrarían por el cuello de vuelta a casa por haber perdido su marca en un estúpido juego de cartas.
           

 © 2016 Yanira Pérez. 
Esta historia tiene todos los derechos reservados. 

2 comentarios:

  1. Hola! Guau es el comienzo no? Me has dejado con la intriga. Te quiero decir que escribes realmente bien porque lo he leído súper rápido y Kara me ha gustado mucho. No he pillado demasiado lo de la marca pero supongo que irás desarrollando todo un poquito más. Espero que lo sigas escribiendo y que me avises para leerte porque me ha gustado mucho:)
    Un beso!

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    1. Muchisimas gracias!
      Comentarios así animan mucho a seguir adelante!
      Me alegra que te gustara :)
      Un beso!

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